Ubicado en una exclusiva y cerrada calle en Greenwich Village, este townhouse de una habitación y dos baños, meticulosamente diseñado, es una combinación magistral de legado histórico y elegancia contemporánea. Una vez hogar de artistas y visionarios, la residencia ha sido reinterpretada por la reconocida arquitecta Annabelle Selldorf en un santuario sorprendentemente moderno pero cálidamente íntimo.

Anclados por una escalera escultórica llena de luz, los interiores del hogar se despliegan a lo largo de varios niveles, culminando en una terraza privada en la azotea. Una espectacular sala de estar de doble altura está enmarcada por ventanas de diez pies orientadas al sur que inundan el espacio con luz natural. Materiales cuidadosamente seleccionados, desde barandillas de metal ennegrecido hasta acabados artesanalmente elaborados, crean un ambiente táctil y sofisticado.

La cocina del chef, integrada sin problemas en el área de comedor, se abre a un tranquilo patio jardín, ofreciendo una transición fluida entre la vida interior y exterior. La suite principal, un retiro sereno, disfruta de acceso directo al jardín en la azotea. Cada elemento del hogar ha sido concebido pensando en el coleccionista, desde la biblioteca hecha de una antigua bodega de vinos hasta el exquisito baño para invitados envuelto en cobre patinado de 100 años de antigüedad. Un codiciado espacio de estacionamiento privado añade rareza a esta oferta.

Un hogar de caracter extraordinario y discreción, este townhouse es una oferta sin igual en uno de los enclaves más históricos de Manhattan.

Tucked away on an exclusive, gated carriageway in Greenwich Village, this meticulously designed one-bedroom, two-bathroom townhouse is a masterful blend of historic provenance and contemporary elegance. Once home to artists and visionaries, the residence has been reimagined by renowned architect Annabelle Selldorf into a strikingly modern yet warmly intimate sanctuary.

Anchored by a sculptural, light-filled staircase, the home’s interiors unfold across multiple levels, culminating in a private rooftop terrace. A dramatic double-height living room is framed by ten-foot, south-facing windows that flood the space with natural light. Thoughtfully curated materials—from blackened metal railings to expertly crafted finishes—create a tactile, sophisticated ambiance.

The chef’s kitchen, seamlessly integrated into the dining area, opens onto a tranquil garden patio, offering a seamless flow for indoor-outdoor living. The primary suite, a serene retreat, enjoys direct access to the rooftop garden. Every element of the home has been conceived with the collector in mind, from the library crafted from a former wine cellar to the exquisite guest bath wrapped in rare, 100-year-old patinated copper. A coveted private parking space adds to the rarity of this offering.

A home of extraordinary character and discretion, this townhouse is an unparalleled offering in one of Manhattan’s most storied enclaves.